La historia del Edificio Mascota comienza a finales del siglo XIX, cuando el empresario Ernesto Pugibet compró los terrenos donde se ubicaba el Convento de San Juan de la Penitenciaria. Ahí fundó la fábrica de cigarros más importante en nuestro país durante casi ochenta años: El Buen Tono.
Gracias al éxito de su negocio y a la cantidad de empleados que tenía, decidió construir un edificio para albergar a parte de sus trabajadores. El edificio, por supuesto, sería el Edificio Mascota. La construcción estuvo en manos del ingeniero Miguel Ángel de Quevedo, costó alrededor de dos millones quinientos mil pesos de la época, y se terminó de construir a finales de 1912. Su ubicación marcaba la frontera del barrio más afrancesado de ese entonces conocido como la colonia América, hoy Juárez.
Originalmente estuvo diseñado para albergar a la familia tradicional: padre, madre e hijos, y por eso la mayoría de los 175 departamentos –distribuidos en tres módulos– tienen dos o tres recámaras, cuentan con uno o dos patios interiores y espacio para sala, comedor y sala de juegos.
Hoy en día el uso habitacional ha sido parcialmente alterado, pero después de más de cien años de existencia, la fachada no se ha modificado a pesar de que a mediados del siglo XX el Decreto de Rentas Congeladas entró en vigor. Este congelamiento de rentas llevó a un proceso de deterioro de los edificios del Centro Histórico porque los dueños de los inmuebles no tenían incentivo para invertir en ellos.
El Edificio Mascota es de los pocos edificios de la época porfiriana que siguen en pie en Bucareli y siguen siendo funcionales, y, hasta en ocasiones, más eficientes que algunos conjuntos habitacionales actuales. De pocos edificios se puede decir que lleven más de cien años siendo habitados.